miércoles, 16 de octubre de 2013

El 17 de octubre de 1945

Luego del golpe de Estado del 4 de junio de 1943, el gobierno militar designó al coronel Juan Domingo Perón al frente del Departamento Nacional de Trabajo, por entonces una dependencia estatal de poca relevancia.

Perón la elevó al rango de Secretaría de Trabajo y Previsión y, desde allí, elaboró una vasta legislación laboral y social. Los trabajadores contaron, por primera vez, con organismos estatales a los cuales recurrir en caso de conflicto, tribunales del trabajo, estatutos que fijaban las condiciones laborales de cumplimiento obligatorio, leyes de protección, jubilaciones, vacaciones anuales pagas. El resultado de esta legislación fue el mejoramiento sustancial de la situación material y social de la población trabajadora en su conjunto.

Cuando, en octubre de 1945, Perón fue obligado a renunciar a los cargos que desempeñaba en el gobierno, debido a la presión de sus opositores tanto civiles como militares, se hizo evidente el estado de movilización en las masas obreras y en sus estructuras sindicales.
El 17 de octubre de 1945, los trabajadores convergieron sobre el centro de la ciudad de Buenos Aires y colmaron la Plaza de Mayo exigiendo la liberación del coronel Perón. 

Movilizaciones obreras también se produjeron en varias ciudades del interior del país.
A partir de ese momento fundacional, los relatos sobre el 17 de octubre expresaron una verdadera contienda simbólica por el significado y la interpretación de un mito de origen.



Selección de documentos sobre el 17 de octubre de 1945

Documento 1: Al 17 de octubre(soneto)Era el pueblo de Mayo quien sufría,No ya el rigor de un odio forastero,Sino la vergonzosa tiraníaDel olvido, la incuria y el dinero.El mismo pueblo que ganara un díaSu libertad al filo del aceroTanteaba el porvenir, y en su agoníaLe hablaban sólo el Río y el Pampero.De pronto alzó la frente y se hizo rayo(¡era en Octubre y parecía Mayo!),Y conquistó sus nuevas primaveras.El mismo pueblo fue y otra victoria.Y, como ayer, enamoró a la gloria,¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!
Marechal, Leopoldo. “Obras Completas”. Buenos Aires, Perfil, 1998.

Documento 2: La Patria morenaVengo de la turbulencia de la zanjaDonde nacen el yuyal y las floresEncrespado de pájaros y cigarras.Traigo el ecoDe cada explotado.Envuelto en el rocío del pastizalY la llovizna furiosa de mi niñez.Vengo del campo,La confluencia de langostas y mariposasLa distancia plena de encontrar el horizonte.Detrás de la mansedumbre,Detrás de mi silencioTodo arde y guay del que me enfrente.Soy Octubre, hoy es 17.Y he venido a la plaza para el incendio.Nadie en el balcón, solamente el coronel,Hemos venido a rescatarloY si no, habrá un espectáculo de coloresEstruendo y estampidos.Aquí, Señora,Queremos en la plaza al Coronel, aquí y ahora.O han de saberLo que es un puebloCuando siente.
Carlino, Alfredo. “Evita del 17 de octubre a la caída”. Buenos Aires, Catálogos, 1996.

Documento 3El malón peronista –con protección oficial y asesoramiento policial– que azotó al país, ha provocado rápidamente (…) la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la república en millares de protestas. Hoy la nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin.Se plantea así para los militantes de nuestro partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por un lado, barrer con el peronismo y todo aquellos que de alguna manera sea su expresión; por el otro llevar adelante una campaña de esclarecimiento de los problemas nacionales (…).En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su aniquilamiento. Corresponde aquí también, señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas pintadas peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de higienización democrática. (…)Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino.
Declaración del Partido Comunista, 21 de octubre de 1945”. En Rodolfo Puiggrós.
“Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos (III)”. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

Documento 4La Federación Obrera de la Carne, de tendencia comunista, también denunció que ‘bandas armadas, extrañas a los obreros de los frigoríficos, encabezadas por Cipriano Reyes, tratan de impedir el ingreso al trabajo. Los trabajadores no deben abandonar sus tareas y deben movilizarse para terminar de una vez con estas maniobras del nazifascismo que atentan contra la libertad, la democracia y el progreso del país.
Torre, Juan Carlos. “La CGT en el 17 de octubre de 1945”. En Juan Carlos Torre (comp.)
“El 17 de octubre de 1945”. Buenos Aries, Ariel, 1995.

Documento 5Habíamos hablado mucho de nuestro pueblo (…) pero no lo conocíamos. Perón nos reveló no al pueblo, sino a una zona del pueblo que, efectivamente, nos parecía extraño y extranjero. El 17 de Octubre volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie había reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos y, sin embargo, eran nuestros hermanos harapientos, nuestros hermanos miserables (…) el lumpemproletariat (…) salieron a pedir cuenta de su cautiverio, a exigir un lugar al sol y aparecieron con sus cuchillos de matarifes en la cintura, (…). Sentimos escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazaban tomarse una revancha terrible.
Martínez Estrada, Ezequiel. “¿Qué es esto? Catilinaria”, citado por Federico Neiburg. “El 17 de Octubre de 1945: un análisis del mito de origen del peronismo”. En Juan Carlos Torre (comp.) “El 17 de octubre de 1945”. Buenos Aires, Ariel, 1995.

Documento 6¿Qué obrero argentino se suma a una manifestación reivindicatoria de sus derechos como en un corso de carnaval?
“La Vanguardia”, 23 de octubre de 1945.

Documento 7En el país anterior a Perón comíamos salteado. Ese país no permitía que el hijo de un trabajador tuviera perspectivas. El país nuevo nace el 17 de octubre del 45. Yo tenía quince años y en el café que estaba enfrente a la estación Hipólito Yrigoyen, ‘la ñata contra el vidrio’ aprendí no sólo de ‘filosofía y las cosas de la vida’. Allí se reunían los miembros de las comisiones internas del frigorífico La Negra y La Blanca. Mientras jugábamos al billar, de paso, escuchábamos cómo se organizaban por medio de los delegados. Íbamos comprendiendo, de a poco, los oídos atentos, una cultura distinta, más solidaria.
“Entrevista a Luis Donikian”. En Liliana Garulli et al.“Nomeolvides.
Memoria de la Resistencia Peronista 1955-1972”. Buenos Aires, Biblos, 2000.

Documento 8Desde estos mismos balcones el líder asomaba como un sol, rescatado por el pueblo y para el pueblo, sin más armas que sus queridos descamisados de la patria, retemplados en el trabajo. Este es el origen puro de nuestro líder. Es necesario decirlo y destacarlo. No surgió de las combinaciones de un comité político. No es el producto del reparto de las prebendas. No supo, no sabe, ni sabrá nunca de la conquista de voluntades, sino por los caminos limpios de la justicia. Esta es la raíz y razón de ser del 17 de Octubre, (que) nació en los surcos, en las fábricas y los talleres. Surge de lo más noble de la actividad nacional. Fue concebido por los trabajadores en el trabajo y su desarrollo contempla sus aspiraciones. (…) El 17 de Octubre (…) es una aspiración, es un canto hecho ya realidad.
Eva Perón desde los balcones de la Casa Rosada, 17 de Octubre de 1949”. En “La Nación”, 18 de octubre de 1949.

Documento 9Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco sorprendido al principio, pero luego con glacial indiferencia.
Diario“Crítica”, 17 de octubre de 1945. Citado por Daniel James. “17 y 18 de octubre de 1945: el peronismo,
la protesta de masas y la clase obrera argentina.” En Juan Carlos Torre (comp.) “El 17 de octubre de 1945”. Buenos Aires, Ariel, 1995.

Fuente: Educ.ar

lunes, 16 de septiembre de 2013

Los Irrecuperables

Producción de la Comisión Provincial por la Memoria

Lápices que siguen escribiendo


Autor: Felipe Pigna

La crueldad no tenía límites en aquella Argentina ocupada de 1976 y esto estaba lejos de ser un defecto para los usurpadores del poder y sus socios civiles. Era para ellos una de sus virtudes, aquella decisión “inclaudicable” de reorganizarnos, de llevarnos por la “senda de grandeza”, aquellos “objetivos sin plazos”, “aquel marchemos hacia las fronteras”, “el tiempo y esfuerzo, esenciales para cualquier logro”, el “achicar el Estado es agrandar la Nación” y todo esa  palabrería hueca que escondía el vaciamiento del país y la peor matanza de la historia argentina. Aquella matanza que contó el aval explícito del Departamento de Estado de los Estados Unidos como lo recordaba el ex embajador en nuestro país Robert Hill: “Cuando Henry Kissinger llegó a la Conferencia de Ejércitos Americanos de Santiago de Chile, los generales argentinos estaban nerviosos ante la posibilidad de que los Estados Unidos les llamaran la atención sobre la situación de los derechos humanos. Pero Kissinger se limitó a decirle al (canciller de la dictadura) almirante Guzzetti que el régimen debía resolver el problema antes de que el Congreso norteamericano reanudara sus sesiones en 1977. A buen entendedor, pocas palabras. El secretario de Estado Kissinger les dio luz verde para que continuaran con su ‘guerra sucia’. En el lapso de tres semanas empezó una ola de ejecuciones en masa. Centenares de detenidos fueron asesinados. Para fin del año 1976 había millares de muertos y desaparecidos más. Los militares ya no darían marcha atrás. Tenían las manos demasiado empapadas de sangre.” 1
El general-presidente Videla quiso convertir aquella masacre en una incógnita declarando que el desaparecido “no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desparecido.” La elección de la palabra no es aleatoria, es perversa en boca del verdugo, de quien no tenía ninguna duda sobre el destino de los prisioneros políticos y exhibía en público el terrible método elegido para atormentar aún más a los familiares, crear la incógnita sobre el destino de su ser querido. Aquel desconocimiento era parcial porque el horizonte del grupo familiar que sufría la pérdida era dramático y no era tan incógnito el destino sufrido por la víctima como conocer el lugar de detención y poder saber si seguía con vida. Sobre el resto no había incógnitas, había certezas, dolor, soledad y búsqueda incesante.
En aquel panorama la represión en los colegios secundarios fue muy dura, y apuntó a terminar con el alto nivel de participación política de los jóvenes en los centros de estudiantes y en las agrupaciones políticas.
Las invitaciones a vigilar y castigar pasaban de la conferencia de prensa a la sala de torturas y a la muerte. Muchos colegios secundarios del país tienen hoy placas conmemorativas de sus alumnos desaparecidos.
El hecho emblemático, “didáctico” de aquel terrorismo de Estado fue el que pasó a la historia como “la noche de los lápices”, aquella noche del 16 de septiembre de 1976 -21 aniversario del derrocamiento del primer peronismo por la autodenominada Revolución Libertadora- en la que fue secuestrado un grupo de jóvenes militantes secundarios de la ciudad de La Plata y alrededores. La que había sido la ciudad Eva Perón era ahora el reino del General Ibérico Saint James, autor “literario” de la inolvidable frase: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos”. En la corte de Saint James había personajes de la talla del General Camps y su mano derecha- curiosidades de la literalidad- el comisario Miguel Etchecolatz. Fueron ellos los responsables directos del secuestro, tortura y muerte de estos jóvenes, para los que nadie reclama inocencia según los parámetros de una dictadura culpable por naturaleza y que salen honrados de la vergonzosa afirmación que aún hoy, a veinticinco años de recuperada la democracia, campea por estas tierras, ese “algo habrán hecho” que tanto daño hizo y hace. Claro que hicieron algo, mucho. La mayoría de ellos provenían de hogares de clase media, no tenían problema en pagar el boleto de colectivo, pero sabían que había muchos de sus compañeros que no, que ya a esa corta edad tenían antigüedad en sus trabajos y que había que conseguir el boleto estudiantil para todos. Comenzaron a organizarse en cada colegio y del colegio al barrio y de ahí a la zona y nació así la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que nucleaba a miles de ellos de todos lados y logró arrancarle al gobierno de Isabel aquel derecho. Fueron días de festejo acotado, corrido por gases y vigilado de cerca por la Triple A. Producido el golpe, la estrategia fue suspender en agosto de 1976 la vigencia del boleto estudiantil y esperar la protesta y que los estudiantes volvieran a luchar por lo que les correspondía. Las razzias duraron dos meses y el pico de detenciones se produjo aquella noche de septiembre. Recuerda Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes de aquel horror que: “hay un documento de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que se llama específicamente La Noche de los Lápices. Ese documento, firmado por un comisario mayor Fernández, en ese momento asesor del Consejo del general Camps y Etchecolatz, hablaba de que luego de desarticulados política e ideológicamente los sectores “subversivos” como universitarios, barriales, trabajadores, la piedra angular eran los “potenciales subversivos”, que eran los estudiantes secundarios que eran líderes en sus escuelas. Ellos hablaban de “semillero”, de “potenciales subversivos”. 2
Los jóvenes secuestrados en aquella “Noche de los lápices” fueron arrancados de sus casas en la madrugada y llevados inicialmente a la “División cuatrerismo” de la policía bonaerense donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como “Arana”. De allí pasaron a la “División de Investigaciones de Banfield”, tristemente célebre como el “Pozo de Banfield”. Allí conocieron el  horror en toda su expresión: “Nosotros, en el Pozo de Banfield, éramos adolescentes que teníamos a nuestro cuidado mujeres embarazadas. En el período en que nosotros estuvimos, desde septiembre a diciembre de 1976, fuimos testigos de tres partos. A nosotros, que teníamos entre 15 y 17 años, nos ponían en un calabozo con una compañera embarazada a punto de dar a luz y cuando ellas empezaban con trabajo de parto teníamos que golpear fuertemente la celda. Estábamos en el tercer piso y hoy se sabe que en el segundo piso de donde estábamos nosotros estaba la sala de parto del médico (Jorge) Bergés. Tuvimos tres situaciones de ésas. Golpeábamos la celda, las venían a buscar y después escuchábamos el llanto del bebé.
Nosotros, tanto los adolescentes que estábamos en el traslado final como las mujeres embarazadas, a las que el único cuidado apuntaba a lo que tenían dentro de la pancita, éramos residuos. Como tales éramos mantenidos. No teníamos un destino presupuesto.” Allí padecieron la tortura, simulacros de fusilamiento y el vano intento de imponerles otra mentalidad, la forma correcta de “procesar” aquel país y aceptarlo tal cual era en 1976, un país atendido por sus dueños. Tuvieron sus cuerpos pero no su obediencia. Como dicen las pancartas de los estudiantes de hoy, aquellos lápices siguen escribiendo.
Referencias:
1 Declaraciones de Robert Hill, embajador norteamericano en la Argentina durante la primera etapa de la dictadura militar, en El Periodista, Buenos Aires, 23 de octubre de 1987.
2 Reportaje a Pablo Díaz en Felipe Pigna, Lo pasado pensado, Buenos Aires, Planeta, 2005
Fuente: www.elhistoriador.com.ar